Lucía tomó aire.
—Señor Daniel —su voz sonó más fuerte de lo que había planeado, cortando el aire de la sala como un cuchillo—. Estas cifras son...
“Pausa. Respira. Esta es tu única oportunidad.”
—...como agujeros negros. Absorben toda la luz.
El silencio que siguió fue tan denso que Lucía pudo escuchar el zumbido del aire acondicionado, el tic-tac del reloj de pared, el latido de su propio corazón resonando en sus oídos como un tambor de guerra.
Daniel se había quedado inmóvil, con el control remoto de la presentación suspendido en el aire. Sus ojos azules, habitualmente fríos y calculadores, parpadearon una vez, dos veces, como si estuviera procesando información que no esperaba recibir.
Ahí está, pensó Lucía, esa microexpresión que no es la de un CEO sorprendido por una metáfora inusual. Es la de un hombre que ha sido descubierto.
Thompson carraspeó incómodamente, rompiendo el hechizo. Henderson siguió tomando notas como si nada hubiera pasado. Martínez sonrió con esa sonrisa que u