La noche había caído suavemente.
Suaves tonos anaranjados entraban por la ventana de Olivia mientras el cielo se oscurecía. La sala se sentía cálida y serena. Eliana estaba sentada en el regazo de Hunter, riendo con una historia divertida que él le contaba. Con paciencia silenciosa, Hunter arreglaba el flequillo de la pequeña y le pasaba los dedos por el cabello.
Pero en el pasillo, alguien estaba congelado — observando la escena con el corazón apretado en silencio.
Joe.
El adolescente se mordía el labio, con los ojos ardiendo de una furia contenida. La escena que tenía delante le parecía como si alguien le estuviera robando su familia. Hunter. Eliana. Olivia. Sus risas... se sentían como una cruel broma.
—Ya no soy nadie en esta casa... —susurró amargamente.
Se dio la vuelta, corrió escaleras arriba y cerró la puerta de golpe. Nadie notó que se había ido.
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La noche avanzó rápido.
Las luces cálidas iluminaban la casa. En la mesa del comedor, Olivia, Hunter y Eliana compartían una c