Aquella mañana, el aire seguía frío a pesar de que el sol ya había subido alto en el cielo. En la cocina, Olivia preparaba el desayuno con una leve sonrisa. De vez en cuando, miraba hacia la sala, donde Eliana estaba sentada sobre la alfombra, jugando con un rompecabezas junto a Hunter.
Antes, una escena así solo existía en su imaginación. Pero ahora—frágil como era—empezaba a creer que tal vez, solo tal vez, una familia como esa podría volver a ser completa.
Hunter, que ayudaba a Eliana con las piezas del rompecabezas, de vez en cuando lanzaba una mirada hacia Olivia. Su corazón estaba cálido, pero lleno de determinación. Sabía que había llegado el momento.
Se levantó lentamente y se acercó a la cocina.
—¿Puedo hablar contigo un momento? —preguntó con suavidad.
Olivia se volvió hacia él, todavía con esa leve sonrisa.
—¿De qué quieres hablar?
Hunter respiró profundo.
—Sobre nosotros. Yo… quiero arreglar las cosas, Liv. No solo como el padre de Eliana, sino también como el hombre que u