Esa mañana, Damian vestía un traje negro de Armani y una corbata gris oscura. Tranquilo, se quedó de pie junto a la puerta del dormitorio, observando a Shopia mientras ella se cepillaba el cabello frente al espejo.
—Tengo que ir a la oficina. Hay una reunión importante con la junta de inversionistas —dijo en voz baja.
Shopia solo asintió. No dijo mucho esa mañana. La noche anterior seguía presente en su cuerpo y en su mente: cómo Damian la había tratado, implacable, sin detenerse.
Damian se acercó más.
—Recuerda, Shopia. Nunca intentes salir de esta casa. No es solo una regla, es protección. Sabes lo cruel que puedo ser cuando desobedeces.
Sus miradas se cruzaron. Shopia tragó saliva con dificultad.
—Lo sé. Me quedaré.
Él le dio un breve beso en la frente y luego se marchó. Cuando el sonido del motor del auto de Damian se desvaneció, Shopia se quedó de pie junto a la ventana durante un largo momento. Su corazón latía con fuerza. Esta vez, no se quedaría en silencio.
Tomó su bolso de d