El cielo se oscurecía a medida que la tarde caía. En el último piso de la sede central del Grupo Arman, Damian estaba de espaldas a su escritorio, mirando la ciudad a través del ventanal de piso a techo. Una llovizna ligera difuminaba la vista de los rascacielos más allá.
De pronto, su teléfono vibró sobre la mesa. La pantalla se iluminó con un mensaje de un remitente anónimo:
"Ella está en el hospital. Con el niño."
El rostro de Damian se tornó helado al instante. Apretó la mandíbula y la mano que sostenía el móvil se cerró en un puño.
—Maldita sea —murmuró por lo bajo. Tomó su abrigo y presionó el botón del intercomunicador.
—Pospón todas mis reuniones de esta noche. Me voy.
—Sí, señor Damian —respondió su asistente.
Salió de la oficina a pasos firmes, sus pisadas resonaban por el pasillo. El personal bajó la mirada al verlo pasar; nadie se atrevía a sostenerle la mirada.
En el estacionamiento subterráneo, se subió a su deportivo negro y elegante, y arrancó bajo la lluvia. Sujetaba