capítulo 83 — Rescate.

El despertar fue lento, confuso, como emerger desde el fondo de un lago helado. Lo primero que sintió fue el frío. El suelo bajo su cuerpo era de piedra, áspero, húmedo, impregnado de un olor a encierro. Parpadeó varias veces hasta que la oscuridad de la habitación se fue acomodando en su vista, y comprendió que no estaba en un lugar conocido. No había ventanas, solo las paredes desnudas y un par de antorchas apagadas en las esquinas.

Intentó moverse y el sonido metálico de unas cadenas la hizo detenerse. Un escalofrío recorrió su espalda. Miró hacia sus muñecas y descubrió que estaban atadas con grilletes gruesos, unidos a un anclaje en la pared. La piel le ardía, ya que el metal estaba impregnado con una sustancia que la hacía sentir débil, pesada, como si cada respiración le costara el doble.

Cerró los ojos con fuerza, luchando contra la desesperación, y en ese instante escuchó voces. No estaban dentro, sino del otro lado de la puerta. Reconoció de inmediato una: la de Erick. Su vo
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