El comedor de la casa de la manada bullía con voces alegres y aromas tentadores. Grandes fuentes con pan recién horneado, frutas y jarras de leche tibia circulaban entre las manos mientras los miembros más jóvenes entraban y salían, cargados de energía.
Emili se sentó entre Selene y Clara, recibiendo de inmediato la sonrisa cálida de ambas. Sentirse parte De aquella mesa tan concurrida la llenaba de una emoción que no podía disimular; después de tantos años de desayunar en silencio, rodeada solo por rostros humanos, ahora estaba acompañada de quienes vibraban bajo la misma luna que ella.
Adrián, el alfa, entró poco después, seguido por Mateo y Leandro. El gamma tomó asiento a la izquierda de su líder, mientras que Leandro no dudó en acomodarse junto a Clara, pegado a ella como si el mundo pudiera arrebatársela en cualquier momento.
Emili los observó con una sonrisa disimulada. Le parecía entrañable verlos actuar así. Llevaban poco más de un año como pareja, y sin embargo Leandro