La cabaña estaba iluminada por la tenue luz de las lámparas de aceite. El olor a madera quemada provenía de la chimenea y llenaba el aire con una calidez que contrastaba con la tensión que todos sentían desde el momento en que los pasos de Adrián y Emili se escucharon en el porche.
Selene fue la primera en levantarse, sus ojos ansiosos buscaban respuestas en los rostros de ambos. A su lado, Sarah apenas podía ocultar la preocupación, aunque cuando su mirada se posaba en Emili se suavizaba con un cariño reciente pero sincero. Mateo y Leandro se encontraban sentados en la mesa de roble, intercambiando murmullos nerviosos. Samuel, de pie junto a la ventana, golpeaba con los nudillos el marco, como si con ese gesto pudiera controlar la espera.
La puerta se abrió y el silencio se apoderó de todos.
Emili entró primero, seguida de Adrián. Ella parecía cansada, como si las palabras dichas ante el Concejo aún pesaran sobre sus hombros. Adrián, en cambio, guardaba un silencio férreo, con el ceñ