La luna menguante apenas iluminaba el claro del bosque cuando Valeria despertó sobresaltada. Su cuerpo entero estaba cubierto de sudor frío, y la sensación de garras invisibles rasgando su piel persistía incluso después de abrir los ojos. La pesadilla había sido tan vívida que aún podía escuchar los aullidos de su antigua manada persiguiéndola, con Damián —su esposo traicionado— liderando la cacería.

Se incorporó lentamente en la cama improvisada que Ethan le había preparado en una de las habitaciones de la cabaña. Llevaba tres días bajo su techo, tres días en los que apenas habían intercambiado palabras más allá de lo estrictamente necesario. Tres días en los que había sentido la mirada penetrante del Alfa sobre ella, estudiándola, evaluándola, como si intentara descifrar un enigma particularmente complejo.

El bebé se movió dentro de ella, un recordatorio constante de su situación. Instintivamente, Valeria colocó una mano sobre su vientre, que comenzaba a mostrar los primeros signos