Narrador
Desde las sombras del salón, Martina observaba. Apoyada contra una columna semivelada por los cortinajes de terciopelo, parecía una estatua olvidada entre la decoración barroca y el bullicio sofocante de la gala. Risas discretas flotaban como burbujas. Copas finas entrechocaban con una armonía coreografiada. Pero nada de eso existía para ella. Su atención era un rayo láser, y tenía un solo destino: Clara y Leonardo.
Él avanzaba como quien no teme que lo vean, el mentón en alto, la seguridad barnizándolo como una capa invisible. Sus dedos enlazaban los de Clara con una firmeza demasiado estudiada. Casi exhibicionista. Clara, por su parte, sonreía con esa calma que solo puede fingir quien ha aprendido a sobrevivir entre mentiras. Era una serenidad bella, sí. Pero demasiado pulida. Como una fachada recién restaurada que esconde, detrás, habitaciones desmoronadas.
La pareja se deslizaba entre los invitados con la temeridad de quienes creen que el pasado ha sido enterrado sin dejar