Clara
El sol se abría paso entre las nubes de la mañana, pero su luz se sentía fría, incapaz de disipar la sombra que la noticia de la fuga de Alonso y Martina había proyectado sobre nuestro apartamento. La esperanza que habíamos sentido tras la visita a la Fiscalía se había disipado como el humo de las cenizas del taller. El mensaje anónimo en mi teléfono resonaba en mi mente como una sentencia: "No han ganado. Esto es solo el principio."
Leonardo se había levantado temprano, su silencio más pesado que cualquier palabra. Lo encontré en la cocina, con una taza de café humeante en las manos, los ojos fijos en el televisor. Un noticiero matutino parpadeaba en la pantalla, con un titular en rojo que me heló la sangre: "Grandes empresarios evaden la justicia: ¿Corrupción en las altas esferas?". Mi estómago se encogió. La historia de la conspiración se había filtrado a la prensa, pero, como siempre, de manera distorsionada. Los nombres de Alonso y Martina apenas se mencionaban, diluidos en