Capítulo 68

La cámara estaba en silencio, salvo por el parpadeo constante del fuego. Sin embargo, el pecho de Ragnar ardía como si hubiera entrado en un campo de batalla.

No era Atenea quien estaba sentada frente al espejo.

Era su rostro, su cuerpo, su cabello derramándose como noche fundida sobre sus hombros, pero en el momento en que esos ojos se alzaron hacia los suyos, lo supo. No eran los suyos. La mirada de Atenea siempre transmitía calidez, incluso en la ira. Estos ojos brillaban como un frío fuego azul. Divertidos. Depredadores. Antiguos.

—Skyrana —gruñó Ragnar, con la voz baja y con un matiz de amenaza.

Sus labios se curvaron, aunque fue la boca de Atenea la que se movió. —Dices mi nombre como una oración y una maldición a la vez. Qué apropiado, Ragnar.

Cruzó la habitación en tres zancadas, con la furia crepitando en sus venas, pero se detuvo en seco, con los puños temblando a los costados. Quería agarrarla, sacudirla hasta que Freya regresara. Pero un movimiento en falso, un acto de vio
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