El aroma fue lo primero que notó.Una mezcla difusa de sándalo y humo, algo antiguo, pero inquietantemente familiar, se filtró en su conciencia. Intentó abrir los ojos, pero sentía los párpados pesados.La sábana más suave rozó su piel y, por un instante fugaz, Atenea pensó que había despertado en el cielo.¿Estoy muerta?Pensó. Pero el dolor agudo y palpitante en sus pies, el dolor sordo en sus huesos y la pesadez alrededor de su corazón rápidamente le trajeron de vuelta los recuerdos de la noche anterior: su conversación con el rey, su castigo maníaco, esos fragmentos rotos, y junto con ellos llegó el dolor.Sus pestañas revolotearon y sus ojos parpadearon al abrirse a la tenue luz de las velas que proyectaba sombras doradas sobre las paredes de piedra tallada. Parpadeó varias veces para ajustar su vista borrosa.La cama debajo de ella era enorme... demasiado enorme. Sábanas de satén, cálidas y suaves, se enredaban alrededor de sus piernas desnudas. Intentó moverse cuando el dolor e
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