Capitulo 76

El castillo guardaba silencio como una tumba. Ni siquiera el viento se atrevía a colarse por las estrechas ventanas mientras la primera luz del amanecer se deslizaba sobre las piedras, tiñendo la cámara de un plateado tenue.

Atenea caminó lentamente hacia la puerta, con las extremidades temblando bajo el peso de verdades demasiado duras para soportar.

La Espada de la Llama descansaba en su palma. Su hoja de ceniza plateada brillaba débilmente, no con la luz reflejada, sino con su propio pulso, un antiguo latido que respondía a su sangre. En su mano, vibraba con reconocimiento, como si hubiera estado esperando.

Una oleada de calor recorrió su brazo mientras apretaba la mano con más fuerza. No era dolor, era algo peor. Estaba viva. La llama se enroscaba en sus venas, susurrando con la voz de Skyrana, astuta y serpentina:

Corre. Vete antes de que te ate, antes de que te enjaule como me enjaularon a mí. Tú llevas la Llama. El mundo te necesita a ti, no a él.

Skyrana le estaba metiendo eso
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