Mundo de ficçãoIniciar sessãoPOV — CARLOS.
La segunda noche, ya no supe contar el tiempo. Me golpeaban por órdenes, por aburrimiento, por satisfacción. Eros hablaba poco, solo entraba para verme siendo sometido, golpeado. Me ataban y me colgaban de muñecas hasta que el peso me quemaba los brazos. Me dejaban caer al suelo, me daban patadas en las costillas, me negaban comida. Dormir era abrirse a los golpazos de los guardias que entraban a cada hora.
Me dieron de comer pan negro y agua. La comida sabía a desesperación, porque el estómago vacío no daba tregua. Empecé a sentir las manos entumidas: pesadez en las piernas, vértigos, mareos. Aprendí a racionar hasta el aliento. Contaba las migas en el plato como si fueran monedas de oro.
Las conversaciones con ellos eran la tortura psicológica. Eros entró un par de veces. No se manchó las manos. Eso lo d







