CAPITULO 68.
POV — Camila
El tiempo pasó sin que me diera cuenta. En la finca los días se repetían, iguales y tranquilos. No había ruido, ni cámaras, ni teléfonos. Solo el sonido del viento, los pasos de los guardias y el canto de los pájaros. Al principio fue extraño vivir sin sobresaltos. Despertar sin pensar quién estaba afuera, sin sentir miedo cada vez que alguien tocaba una puerta. Pero esa calma terminó por envolverme.
El aire del campo era limpio. Las noches, frías y largas. La casa estaba en medio de hectáreas de árboles y praderas. El doctor me revisaba cada mañana; decía que los bebés estaban fuertes, que mi cuerpo respondía bien. Yo lo escuchaba en silencio, sin poder evitar pensar en Carlos, en todo lo que estaba enfrentando allá afuera.
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Cinco meses pasaron. Mi vientre era enorme, los movimientos constantes. A veces me dolía respirar. Por las noches hablaba con ellos, les prometía que el mundo sería mejor cuando llegaran. Me gustaba creerlo, aunque sabía que no era cierto.
Una mad