A la mañana siguiente, Lía se despertó sintiendo la boca seca y una extraña sensación dentro de su pecho que no se iba.
Mikkel ya no estaba en la cama, escuchó el sonido de la ducha en el baño, se incorporó despacio, sintió un mareo y la cabeza pesada, sintió náuseas.
—Joder —murmuró, frotándose las sienes.
Se levantó y se dirigió al espejo, se veía pálida, alrededor de sus ojos se notaban unas ojeras profundas.
Mikkel salió del baño envuelto en toalla, aún tenía el cabestrillo en el brazo.
La vio y se le quedó mirando.
—Te ves fatal.
—Gracias por el piropo —dijo en tono irónico, aunque sabía que era cierto.
Él se acercó, le tocó la frente con la palma de la mano.
—No tienes fiebre, pero estás helada, ¿Qué es lo que pasa?
—Debe ser el Jet lag, y el estrés, sabes que han pasado demasiadas cosas en tan poco tiempo.
Mikkel se preocupó, tenía la sensación de que algo más estaba pasando.
—No es solo eso, llevas días así, será mejor que vayas al médico.
—No empieces.
Bajaron a desayunar, He