A ella

Lía abrió los ojos enormemente al escuchar aquella estupidez, no podía creerlo.

—¿Te estás escuchando? —le preguntó temblando de rabia —lo importante ahora es Henrik, deja de perder el tiempo y llevalo al hospital, ¡YA!

El jardinero recostó a Herik en el asiento trasero de la camioneta.

—Señor, tiene que llevarlo, ya, no puede esperar más.

Mikkel apartó la mirada de Lía y subió al volante.

—Yo también voy —dijo Lía.

—No, tú no vienes —contestó Mikkel —Ana vendrá con él —dijo, refiriéndose al ama de llaves —tú te quedas aquí.

Lía lo miró con rabia, es que ese hombre más necio no podía ser.

—¿Estás loco? No pienso quedarme mientras él está así.

—No me importa, te quedas —contestó Mikkel, para después alejarse a toda velocidad.

Lía los siguió con la mirada, hasta que desaparecieron en la distancia.

—¡Imbécil! —gritó, sin poder contenerse, enseguida se dirigió hacia el garage.

—¡Christopher! —gritó, llamando al chofer.

—¿Señora? ¿Qué sucede? —se acercó secándose las manos, estaba lavando
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