Lía intentó limpiarse las lágrimas, tenía todo el rostro húmedo.
—En la guantera hay un pañuelo —le informó el joven.
Ella sacó el pañuelo y empezó a secarse la cara.
—Bueno, pues ahora me tienes a mí, ya no los necesitas —soltó la joven con amargura y volvió a llorar. Se sacudió la nariz.
Oliver por alguna razón se sintió aliviado, sentía que Lía ya estaba llorando por los dos. Verla llorar lo consolaba, sus lágrimas le informaban que no estaba solo.
Al llegar al apartamento, Lía buscó directamente un pote de helado en la nevera y se recostó a la cama a comerlo. Mientras, Oliver organizaba el clóset para hacer espacio para su ropa.
Lía siempre comía helado cuando estaba triste, así que para Oliver le iba a ser sumamente fácil descifrarla cuando estuviera sumamente triste.
Creía que enfrentarse a su familia iba a destruirlo, pero por alguna razón se sentía aliviado, como si acabara de cerrar un ciclo que le perturbaba y por fin encontraba la calma.
Y tener su ropa le hacía sentir bien