51. Santuario en la penumbra..
Después, cuando el fuego de la pasión comienza a ceder y la piel brilla con el sudor de nuestro encuentro, Meira y yo quedamos entrelazadas, cuerpos y almas fusionados en un silencio que habla más que cualquier palabra. La respiración se calma poco a poco, pero aún sentimos el eco de cada caricia, el recuerdo del roce de la piel y de la lengua que dejó un rastro de calor profundo. Siento su cuerpo contra el mío, una presencia sólida que me ancla y, al mismo tiempo, me libera, un equilibrio delicado entre fuerza y vulnerabilidad que sólo ella puede ofrecerme.
—Névera… —susurra, apoyando su frente contra la mía, su aliento cálido haciendo que mi pecho se levante y caiga con su ritmo—. Prométeme que no dejaremos que esto desaparezca.
—No lo dejaré —respondo, dejando que mis manos recorran su espalda, trazando líneas invisibles, descubriendo la textura de su piel como si fuera un mapa secreto—. Mientras respiremos, esto es nuestro.
Y en ese instante comprendo algo que había intuido pero q