257. Esto es para ustedes.
Al principio creo que se trata de un destello casual, un juego de la llama de las velas contra las paredes, pero pronto comprendo que no, que ese brillo que se insinúa detrás del tapiz y que parpadea con un pulso casi humano no es producto del azar sino de un ojo escondido, un ojo frío, paciente y voyerista que ha sido colocado con precisión para observar cada gesto mío, cada desnudez que dejo caer en la intimidad de estos aposentos que siempre creí míos.
Me acerco despacio, como si no hubiera notado nada, dejo que la seda de mi vestido se deslice sobre el suelo con un susurro, que mis manos jueguen con el borde de la copa aún medio llena de vino, y en ese andar calculado dibujo con mis pasos la ilusión de que sigo perdida en mis pensamientos cuando, en realidad, lo que hago es acariciar con la mirada cada rincón hasta confirmar lo que sospecho: hay espejos, ocultos en la penumbra, pequeños fragmentos de obsidiana bruñida incrustados detrás de telas, tallados en la madera con la astuc