Cap. 71 ¿Está seguro de esto, señor Ottum?
La Mansión La Tormenta se había convertido en un cuartel general de contención. Isabella, con su impecable traje sastre, recibía a un equipo de abogados cuya facturación por hora podría pagar la educación universitaria de una persona. Su actitud era de una reina recibiendo a sus embajadores en tiempos de guerra.
En otra sala, Hugo Marín, aprovechando sus décadas de experiencia en relaciones públicas, coordinaba por videollamada con su equipo.
Su voz, usualmente calmada, era ahora un martilleo constante de instrucciones precisas: "Contenemos la narrativa, no la negamos. Enfatizamos la tragedia familiar y el deseo de privacidad para la recuperación de mi hija".
Pero el núcleo de la tormenta estaba en el estudio de Lucius. Él estaba sentado frente a dos oficiales de policía. Uno de ellos, el de mayor rango, sostenía una orden judicial. A su lado, un perito forense esperaba en silencio. Gael, el asistente de Lucius, se movía como una sombra, entregando documentos a su jefe con una expres