Cap. 40 No entres
El mensaje de Luther llegó como un rayo en un día despejado. "Papá en el hospital. Pre infarto. Fue Celeste. Estable, pero necesita calma."
Las palabras se grabaron a fuego en la mente de Alba. Sin pensarlo dos veces, salió corriendo de su habitación, el corazón embistiéndole el pecho con una mezcla de incredulidad y terror. Su padre, su roca, hospitalizado... y todo por la ponzoña de Celeste.
En la puerta principal, chocó casi de frente con Lucius, quien, al ver su rostro desencajado y su marcha determinada, frunció el ceño.
—Alba, ¿dónde vas? —preguntó con su voz áspera, un reflejo de su antigua autoridad.
Ella no tenía tiempo para sus interrogatorios. Con una mano, lo empujó a un lado, con firmeza, sin miramientos.
—¡Apártate, Lucius! Mi padre está hospitalizado. Voy a ir a verlo y no necesito tu permiso para esto —declaró, sin detener su marcha directa hacia la salida.
Fue entonces cuando Lucius se dio cuenta de que Nana Sara, con el rostro lleno de preocupación, la seguía de cerc