Cap. 41 No tienes nada que hacer aquí
Dentro de la habitación, la tensión se disipó momentáneamente con la entrada de Alba. Ignorando a los demás, se dirigió directamente a la camilla y tomó la mano de su padre entre las suyas, que temblaban levemente.
Hugo alzó la vista y una sonrisa cansada, pero genuina se dibujó en su rostro al verla.
—Mi niña, no debiste haber venido —murmuró, su voz un poco ronca
—No es tan grave. Solo se me dispararon los cables, tú sabes... a veces me enojo y se me pasa la mano.
Pero Alba no pudo contenerlo. Los ojos se le llenaron de lágrimas al verlo allí. Su padre, la roca inamovible de la familia, el hombre que siempre se había mostrado entero ante cualquier crisis, parecía frágil, pálido y pequeño contra las blancas sábanas del hospital. Era una imagen que le partía el alma.
—Papá, no digas esas cosas —susurró, apretando su mano, esforzándose porque su voz no delatara el llanto que quería escaparse.
—Debes controlarte. No te infartes así, por favor...
Lena se acercó y rodeó a su hija con un b