Cap. 31 Te entregaré todos los documentos
Su marcha determinada se detuvo en seco al final del pasillo principal. Luther, una torre de furia contenida, bloqueaba el acceso a las habitaciones privadas.
—No —dijo el hermano protector, su voz, un rugido sordo
—Hasta aquí llegaste.
—Es mi esposa, Luther. Esta es mi casa —espetó Lucius, aunque la afirmación sonó hueca, incluso para sus propios oídos.
—¡Escúchame bien, idiota! —Luther no dio un paso atrás, avanzando, en cambio, hasta quedar a un palmo de Lucius.
—Ya has lastimado demasiado a mi hermana. No te voy a permitir que la molestes. Aquí, hasta que su embarazo no esté estable, tiene reposo absoluto. ¿Sabes por qué? ¡Tiene riesgo de aborto por culpa de esos idiotas que tú mismo pusiste a cargo y que quisieron deshacerse de ella!
En ese momento, Matías, que los había seguido con Celeste pegada a su espalda, saltó como si lo hubieran azuzado con un hierro al rojo vivo.
—¿De qué hablas? ¡Tú fuiste el que quiso secuestrar a tu hermana! —gritó, señalando a Luther con un dedo acus