Cap. 20 ¡Mamá, papá!
Alba no lo pensó dos veces. Corrió a grandes zancadas, sus pies apenas tocaban el suelo. Abrió el panel que se camuflaba en la pared y se coló por la estrecha escalera de servicio, sin dejar de mirar con terror hacia el pasillo principal.
Con el corazón embistiéndole el pecho, llegó a la puerta que desembocaba en su suite. La abrió, se coló y la cerró con el mayor sigilo posible, justo cuando la figura de Lucius aparecía al final del pasillo.
En un movimiento frenético, se arrancó la ropa y se puso el camisón, fingiendo haber estado allí todo el tiempo. Justo cuando jadeaba por recuperar el aliento, la puerta de su habitación se abrió de par en par.
Lucius estaba allí, con el ceño fruncido. Su mirada recorrió la habitación y se detuvo en ella.
—Esta puerta estaba abierta. ¿Por qué? —preguntó, con sospecha.
Alba lo miró con una tranquilidad forzada y se encogió de hombros.
—No sé. Ustedes son los que manejan las puertas. De todas formas, a mí me tienes vigilada como si fuera una prisi