Cap. 14 No solo estoy yo, querida.
La misiva que Alba recibió de Petra concertaba una reunión clandestina con el doctor Clemente. Él no era solo el médico a cargo; era un renombrado especialista en oncología infantil, un hombre con una carrera impresionante y, al parecer, sus propios motivos para actuar en las sombras.
Como siempre, Alba salió de su habitación a escondidas, deslizándose como un fantasma por los pasillos ya familiares. Se dirigió al patio lateral, una zona que parecía estar deliberadamente despejada de guardias. Allí, bajo la tenue luz de la luna, lo encontró.
El doctor Clemente estaba sentado en una de las bancas de piedra, absorto en la lectura de unos informes médicos. Al percibir su presencia, levantó la vista. Sus ojos, serios y penetrantes, la evaluaron por un instante antes de hacerle una señal discreta para que se acercara.
—Alba —dijo su voz, más baja de lo habitual.
—No creo que me reconozcas, pero yo sí me acuerdo de ti —afirmó, mientras con un gesto apuntaba hacia el asiento a su lado, invit