Cap. 10 ¿Quién sabe? Tal vez no era mi hora
Petra negó con la cabeza, una sombra de impotencia en sus ojos.
—No, señorita. Se llevaron mi celular y todo. No me han dejado tener nada. Acepté sus condiciones con tal de no separarme de la niña, pero... —su voz bajó hasta convertirse en un hilo de sonido, mientras su mirada se dirigía hacia la cama.
—Hay algo que usted tiene que encontrar. Mire en el colchón.
Alba no necesitó que se lo repitiera. Se acercó de inmediato al colchón especial de su hija, ese sin el cual la pequeña no podía dormir. Con manos que temblaban no de miedo, sino de una esperanza desesperada, comenzó a rebuscar con extrema delicadeza entre las costuras y los pliegues, aprovechando cada segundo para depositar suaves besos en las mejillas, la frente y las manitas de su hija dormida.
Fue entonces cuando sus dedos tropezaron con algo sólido y rectangular. Con cuidado, extrajo un paquete pequeño pero pesado. Eran dos celulares, junto con dos cargadores externos.
Sin perder un segundo, los tomó y comenzó a ocultarlo