A veces él amor no es suficiente para aceptar la realidad, y Ángela deberá hacerle frente a ello por el resto de su vida... sin imaginar que en cuestión de semanas lo que le ha costado tanto mantener en secreto saldrá a la luz, haciéndola tomar decisiones que podrían separarla para siempre del único que la ha amado tal cual es.
Leer más—Dime, Marella, si un accidente ocurre ahora, ¿A quién piensas que salvaría tu prometido, a ti o a mí?
Glinda conducía ese auto, Marella iba en el asiento de copiloto.
La mujer tenía una sonrisa maliciosa en sus labios rojos.
Marella sintió miedo, un escalofrío la recorrió hasta la columna vertebral.
—¿Por qué dices cosas así, Glinda? Basta, conduce con cuidado.
Glinda sonrió. Miró al frente.
—¿Quieres apostar? Él dijo que te quiere, que se casará contigo, pero solo fue por mi pequeño error, porque en realidad, Eduardo lo dejaría todo por mí, incluso a ti.
Marella quería gritar, ¡cuánto quería maldecirla! Odiaba a Glinda como nunca odió a nadie, pero no podía hacer nada, Glinda era la viuda del mejor amigo de su prometido Eduardo y, además, su primer amor imposible, le tenía mucho cariño.
Glinda siempre fue la fuente de problemas, un problema con ella sería uno con su prometido, estaban a días de casarse, iban camino a su fiesta de compromiso, no quería arruinarlo.
Marella se quedó callada, sin saber que eso solo avivaba el desprecio de Glinda.
—¿Sabes quién es el padre de mi bebé, Marella?
Marella le miró, sintió miedo. Glinda estaba embarazada de tres meses actualmente.
—De tu difunto esposo, ¿de quién más?
Glinda volvió a sonreír.
—Y si te digo que no, y si te digo que mi bebé es de quien estás pensando.
Marella le miró con ojos enormes.
—¿Y en qué estoy pensando?
Glinda rio con burla, escucharon un claxon resonar, era el auto de Eduardo Aragón que les había alcanzado.
El hombre rebasó al auto en el que iban.
—¡¿De quién es tu hijo, Glinda?! —exclamó Marella, había una sospecha latiendo en su ser, ella llevaba dos años al lado de Eduardo Aragón, la idea de ser solo una mujer engañada comenzaba a destrozarle el corazón.
De pronto, Glinda aceleró, zigzagueó, perdió el control del auto. Marella tuvo mucho miedo.
Sintió el fuerte latigazo en el cuello, lanzó un quejido, el auto dio varias vueltas, hasta detenerse.
Marella se había golpeado con el tablero, no se dio cuenta hasta que un líquido caliente caía por su rostro y supo que era sangre.
—¡Glinda! —escuchó un grito a lo lejos.
Pudo divisar a Eduardo, que corría hacia el auto desesperado y luego desapareció de su vista.
Eduardo las observó, Marella susurraba su nombre, pero los ojos ansiosos del hombre se posaron en la mujer embarazada, ignorando simplemente a su prometida.
Marella vio que ayudaba a liberar a Glinda, ella se quejaba, aunque no parecía herida.
Marella sintió dolor al ver a su prometido, el hombre que amaba, salvando primero a Glinda.
—¡Ay, me duele! —gritaba Glinda.
Eduardo la cargó en sus brazos.
Marella agarró el abrigo de su prometido antes de que estuvieran a punto de marcharse.
Aún no quería creer lo que decía la mujer.
—¡Eduardo…! —gritó Marella con ojos suplicantes—. No me dejes…
—Ya vengo, Marella, dejaré a Glinda en el auto y vendré por ti. Solo espera un rato.
—¡No, Eduardo! Déjala, la ambulancia ya viene en camino, ¡llévame al hospital! ¡Me duele el vientre! —dijo Glinda.
—Eduardo… —Marella susurraba su nombre de nuevo, mirándolos de reojo, adolorida.
—Eduardo, ¡sálvame! ¡Salva a tu hijo! —dijo Glinda
El corazón de Marella latía con fuerza e inconscientemente apretó los puños.
Eduardo se quedó perplejo ante las palabras de Glinda.
—¿Qué has dicho? —exclamó sorprendido.
—Este bebé que espero es tuyo, ¡debes salvarlo!
Marella se quedó mirando la cara del hombre, mientras intentaba captar su expresión de rechazo, pero nada.
«¡¿De verdad es su hijo?!», pensó.
Lo soltó de repente, las comisuras del abrigo de Eduardo se habían arrugado, como su corazón, y no podían alisarse.
Eduardo no pudo pensarlo más, llevó a la mujer en brazos y se alejó a toda prisa sin mirar siquiera a su prometida.
Marella aún pudo sentir su mirada, pero luego, el auto avanzó, dejándola ahí abandonada.
Marella contuvo las lágrimas y esperó a que el rugido del coche se alejara para soltar un grito.
—¿Qué soy yo para ti?... ¡Te odio, Eduardo Aragón! ¡¡¡Te odio!!!
El repentino dolor punzante en su vientre la puso en trance por un momento hasta que vio el vestido blanco manchado de rojo por la sangre.
¡No podría ser!
El dolor incrementó, y perdió el conocimiento.
Acaricié mi vientre hinchado con cuidado. Aun no me podía creer que estuviera embarazada y que ya tuviera cinco meses. Tampoco me podía creer que había estado dispuesta a abortar. Aun me avergonzaba de mí misma por ello, quizás no me lo perdonaría jamás. No me cansaba de agradecerle a Simone por hacerme cambiar de opinión. Cada vez que iba a una nueva cita médica y oía su corazón palpitar, mis ojos se llenaban de lágrimas al pensar que de haber abortado nunca habría oído eso.Al mismo tiempo veía como Simone sufría. Se había casado con Ethan hacía más de un mes pero seguía sin poder quedar embarazada. Había perdido la cuenta de cuantas pruebas de embarazo se había hecho, que era el mismo número de noches en las que se había quedado dormida en mi regazo después de tanto llorar.
Yo espero gritos, insultos, explicaciones, incluso silencio. Todo menos la sonrisa que está dividiendo su rostro.—Jason…—Un bebé —susurra él—, estás esperando un bebéFrunzo el ceño.—Sí, yo… —él me interrumpe con un beso.—Esto es perfecto ángel —musita él saltando de la cama—, era lo que faltaba en mi vida para que fuera perfectaMis ojos se llenan de lágrimas y tengo que abrazar las sabanas para no romper a llorar.Él está pensando que el bebé es suyo.—Bueno, en realidad, aun me falta algo —musita levantando su pantalón.De allí saca un pequeño estuche negro y yo siento nauseas, intuyendo lo que es.—Mi abuelo se lo dio a mi abuela cuando pidió su mano en matrimonio. Vivieron casi setenta a&nti
Mis manos sudan. Estoy nerviosa y comienzo a cuestionarme si ha sido buena idea venir hasta aquí. Hace un rato parecía buena idea, pero justo ahora que estoy aquí...—No seas cobarde Ángela —me reprendo y levanto la mano para tocar la puerta.Espero varios segundos por un respuesta pero nada. Me muevo inquietamente de un pie a otro y vuelvo a tocar, de nuevo pasan los segundos y nada.Me digo a mí misma que no hay nadie en casa lo que me facilita el irme de allí. Pero apenas he dado tres pasos hacia el elevador cuando escucho como la puerta a mi espalda se abre.—¿Ángela? —su voz suena mucho más lejos de lo que realmente está.Me doy vuelta con lentitud para mirarlo quedándome sorprendida por lo que veo.Carter luce totalmente distinto al hombre que yo recordaba. Tiene la barba más larga de lo habitual, sólo lleva puesto u
Simone me observa como si una segunda cabeza estuviera pegada a mi cuello, con los ojos muy abiertos y la incredulidad gravada en ellos.—Estas bromeando ¿Verdad? Dime que estas bromeando. Que solo me dices eso porque estás asustada pero que en realidad no piensas hacer lo que creo que estás pensando—Por supuesto que lo haré Simone—¡No puedes hacer eso Ángela! —grita encolerizada—. ¡Es un ser viviente que no tiene la culpa de nada!—No voy a arruinar mi vida con esto Simone —escupo—. Si fuera de Jason tal vez me lo pensaría pero no lo es. Es de Carter, no puedo tener un hijo de una persona que no me quiere—Tal vez ese bebé cambie eso —dice en voz baja.La miró confundida y ella toma mi mano para darle un ligero apretón.—Sé que estás asustada, yo también lo est
—Sweety, necesitas calmarte —señaló Simone con cautela.Yo no había parado de maldecir una y otra vez, y ni siquiera sabía a quién maldecía.—¡No puedo! —grite—. ¡No puedo porque probablemente este por arruinar mi vida entera!—No es para tanto —la mire enfurecida.—¿No es para tanto? ¡¿No es para tanto?! —reí enfurecida—. ¿Cómo te sentirías tu si estuvieras embarazada de otro hombre que no es Ethan? —escupí.Ella pareció meditarlo unos segundos y luego sacudió la cabeza.—Mal, eso es seguro. Pero tú aun no sabes si realmente lo estás—Tengo un puto atraso Simone —enfaticé todas las palabras.—¿Acaso no es la primera vez? ¿Recuerdas en la universidad? Tuviste una noche fuera de
—¿Entonces cuando regresa Jason? —preguntó Simone con voz melosa.—Mañana —dije preocupada—. Mañana regresa—No suenas feliz —aclaró lo obvio.Me di vuelta en la cama dándole la espalda. Inmediatamente pego su cuerpo al mío y beso mi hombro desnudo.—¿Qué ocurre? —suspire.¿Sería capaz de mentirle alguna vez?—Besé a Carter —sus besos se detuvieron.—¿Tú qué? —caí sobre mi espalda y la miré.—Bueno, él me besó a mí. Pero yo le respondí el beso—¿Te das cuenta de que estas siendo una puta? —gemí.—Vamos Simone, no me digas lo obvio. Ya me siento como la mierda—No entiendo porque te dejaste besar en primer lugar—No fue como
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