—¿Tu… tu qué? —la bilis subió a mi garganta—. No puedes hablarme enserio
—Nunca he hablado más enserio en toda mi vida cielo, te amo Ángela —acarició mi cabello—. No creo poder amar a otra persona igual
Salté de su regazo y a la velocidad de la luz me coloque su franela de vuelta.
—¿Qué pasa? —me miró confundido por mi reacción.