Todavia podia sentir el peso de la mirada de Matías sobre mí, esa mezcla de enojo y reproche que había dejado mi corazón temblando toda la noche. La forma en que me había confrontado, con voz firme y ceño fruncido, me daba vueltas en la cabeza. Me preguntaba, con un nudo en el estómago, de qué sería capaz Matías si realmente se dejaba llevar por ese enojo. Su enojo era diferente al de otras veces; no era una molestia pasajera, sino algo profundo, que parecía salir de un lugar de desilusión y expectativa rota.
Mientras me preparaba para salir, seguía dándole vueltas. Me miré en el espejo varias veces, ajustando mi vestido sencillo pero elegante, tratando de no reflejar nerviosismo. Mi cabello estaba recogido con cuidado, y el maquillaje era apenas perceptible, lo suficiente para resaltar mis ojos y no llamar demasiado la atención. Me dije a mí misma que debía concentrarme en otra cosa, que hoy era un día diferente, que iría al orfanato y que no permitiría que mis pensamientos se hundi