Al salir del restaurante, Matías me acompañó hasta el carro, y por el camino de regreso a su casa, hubo un silencio cómodo, diferente al pesado silencio de antes. Cada kilómetro recorrido parecía aliviar la tensión, y aunque todavía había dudas, sentí que habíamos dado un paso hacia adelante.
Cuando llegamos a la casa, bajé del carro con una mezcla de nervios y esperanza. Matías permaneció a mi lado, observándome, pero esta vez con una actitud menos imponente, aunque todavía con precaución. La noche se extendía alrededor de nosotros, y por un instante, sentí que podía respirar de nuevo.
Sabía que los desafíos con Sarah y la distancia emocional no desaparecerían de inmediato, pero al menos había logrado que Matías viera mi sinceridad y mi compromiso. Esa noche, mientras regresaba a mi hogar más tarde, sentí que por primera vez en días podía pensar en algo más que en el enojo, el miedo y la confusión. Había un hilo de esperanza, un pequeño puente entre lo que había sido y lo que tod