Mundo ficciónIniciar sesiónUna tarde, mientras caminábamos por el malecón, Alejandro se detuvo de repente y me miró.
—¿Sabes qué me gusta de ti? —preguntó.—¿Qué?—Que contigo todo parece posible. Que no tengo que ser perfecto.Me mordí el labio para no llorar. Me daban ganas de decirle que yo tampoco era perfecta, que había cosas que él no sabía, que a veces me despertaba con miedo al futuro. Pero en lugar de eso, le respondí:—Eso mismo me pasa contigo.Nos quedamos un momento en silencio, mirando el mar. El viento me despeinaba y él se acercó a acomodarme un mechón detrás de la oreja. Sentí su respiración cerca, cálida, y por un instante creí que iba a besarme. Pero no lo hizo. Solo sonrió y dijo:—Aún nos faltan muchas primeras veces.Esa frase se me quedó grabada. No sabía si era una promesa o una advertencia.Esa noche, al llegar a casa, me encontré a Rosa doblando ropa en la sala.—¿Cómo le fue con el doctor? —preguntó.—Bien. —Dejé mi bolso en el sofá y susp






