La mañana había comenzado tranquila, casi demasiado tranquila para mi gusto. El sol se colaba por las cortinas de mi habitación y Rosa insistía en que desayunara algo más que solo café. Yo apenas probaba las tostadas mientras hojeaba un libro que llevaba días sin poder terminar.
El timbre de mi celular rompió aquel silencio rutinario. Miré la pantalla sin reconocer el número, dudé unos segundos antes de contestar, pero algo en mi interior me dijo que debía hacerlo.—¿Hola? —pregunté con cautela.Del otro lado, una voz femenina, cálida aunque un poco nerviosa, me sorprendió.—¿Isabella? Soy Ana…Tardé un par de segundos en ubicar el nombre, pero en cuanto lo hice, mi corazón dio un pequeño salto. Ana, la chica que había estado visitando en el hospital, tras pagar su tratamiento.—¡Ana! —exclamé, más emocionada de lo que esperaba—. Qué sorpresa. ¿Cómo estás?—Bien… bueno, mejor. Me dieron de alta hace unos días y ahora estoy en un centro de ayuda. Le pedí t