Sonia no le había dicho a Andrés en qué hotel se hospedaba.
Pero esto era Puerto Cristal, aquí probablemente no había nada que él no pudiera encontrar.
Al día siguiente, justo cuando Sonia despertó, sonó el timbre.
Andrés estaba en la puerta, sonriéndole: —Vamos, al registro civil.
Hoy no llevaba chaqueta, solo una camisa blanca limpia, y su cabello suave hizo que Sonia por un momento se sintiera algo desorientada.
Como si volviera a los años en que lo observaba escondida en un rincón.
Pero este pensamiento rápidamente fue cortado por Sonia.
Ahora sabía que él de entonces era falso, y el que ella creía conocer después también lo era.
La persona frente a ella, sin escrúpulos y con ambiciones desmedidas, era el verdadero Andrés.
—Ya he preparado tu ropa, supongo que ya tienes los documentos, ¿verdad?
Sonia iba a decir que no, pero Andrés pareció adivinar su pensamiento y dijo directamente: —Ya firmaste el acuerdo, no creo que estés pensando en aplazar todo por falta de documentos, ¿o sí?