Sonia seguía ahí de pie, observando con calma.
Después de sostenerle la mirada por un momento, Andrés fue borrando su sonrisa poco a poco y, con voz serena, le dijo:
—Bien, volvamos a casa.
Dicho esto, se acercó a ella y le agarró la mano con firmeza.
—¿Adónde van ustedes? —exclamó Selena—. Andrés, ¿de verdad crees que pueden tratarnos así? ¿Sabes a quién acabas de golpear? Tú...
—Llama a la policía —la interrumpió Andrés con frialdad—. Y de paso, pídele al personal del restaurante que revise las cámaras de seguridad. Entonces entenderás por qué lo golpeé.
La voz de Andrés sonaba impasible.
Esa actitud indiferente dejó a Selena sin palabras.
Andrés ni siquiera la miró de nuevo. Tras soltar aquella frase, se marchó arrastrando a Sonia con él.
Caminaba tan rápido que Sonia tenía que trotar para mantener el paso.
Con las prisas, no había podido coger su abrigo ni su bufanda. Al salir del restaurante, una ráfaga de viento frío la hizo estremecerse.
Andrés, quien siempre había sido "atento"