Alexander Lee (Jin-Sung)
La aceptación. Esa palabra era un bálsamo ardiendo sobre mi piel. Me aferré a ella con una desesperación bruta mientras la bata de seda caía al suelo. Ya no era un CEO, ni un agente; era un hombre a punto de recibir una gracia inmerecida.
El encuentro fue un maremoto. No hubo prisa, solo una necesidad voraz de confirmar la presencia del otro. Munan me guió, su cuerpo hermoso y fuerte era el único territorio seguro que había conocido en años. Sus manos, las mismas que me calmaban con el calor ancestral, ahora me tocaban con una sensualidad que era al mismo tiempo un castigo y una liberación.
Ella no me permitió la lujuria ciega. Me obligó a verla, a sentirla, a enfrentar cada centímetro de su piel trigueña, que era el recuerdo vivo de nuestra vida juntos. En la oscuridad, encontré la diminuta cicatriz en su vientre, la misma que me había recordado todos los días la ausencia de nuestra bebé.
Me detuve, con un gemido de dolor. El remordimiento me ahog