Aimunan
De vuelta en casa, me prometí a mí misma que me tranquilizaría. No iba a preocuparme por algo que aún no había sucedido. Alex, que también esperaba con ansias los detalles de la situación, aceptó mi decisión de esperar hasta ver a mi hermano.
Las siguientes semanas transcurrieron con una calma inesperada. Alex se veía más sereno, y la idea de ser padre lo había transformado por completo. Tal como prometió, los mejores médicos me atendieron. Aunque el riesgo de un aborto no podía precisarse con la ciencia moderna, él lo había visto todo desde la cultura de mis raíces y seguía preocupado. Tanto, que incluso le preguntó al médico si tener una vida sexual normal durante el embarazo era seguro.
El médico se rió con amabilidad y le explicó que, en mi condición, eso no representaba ningún riesgo; todo iba bien. Esas semanas fueron muy tiernas. Era algo nuevo para mí, acostumbrada a la pasión que solía desatarse entre nosotros. Aprovechábamos cada oportunidad que teníamos desp