Aimunan
Justo cuando pienso que hemos logrado avanzar, un muro se alza de nuevo, empujándonos dos o tres pasos hacia atrás. ¿Cuántas veces más se levantará? Caminé adentro, con el eco de la pregunta resonando en mi cabeza.
Dejé mi bolso caer sobre la mesa de madera y me senté en la fría barra de la cocina, reconsiderando todo lo que habíamos vivido. ¿Me estaría precipitando al revelarle cosas que involucran a mi hermano? Sentía que era ese tema de lo que quería hablar.
Él, con movimientos lentos, se acercó, sirviéndome un vaso de agua. El tintineo del hielo rompió el tenso silencio y su voz, serena y cuidadosa, me hizo levantar la mirada.
—¿Sabes de qué quiero que hablemos?—preguntó. Lo miré a los ojos, sintiendo un nudo en la garganta.
—¿Lo que sea que quieras saber, pregúntame. Si puedo compartirlo, lo haré sin dudarlo.
—Estamos juntos Munan, yo soy tu Familia, Confía en mí —la ansiedad en su voz podía percibirlo.
—Qué sucede—quería saber lo que tanto le molestaba