El sol de la mañana se colaba tímidamente por las ventanas del aposento real, iluminando con suavidad el rostro pálido pero sereno de Arya. Aunque su recuperación había comenzado, el médico imperial insistió en que necesitaba al menos una semana de reposo absoluto para que el antídoto hiciera efecto por completo y su cuerpo recuperara fuerzas sin riesgos.
—Debes descansar, princesa Arya —la voz del médico imperial era un bálsamo, firme pero teñida de una amabilidad que Arion agradecía—. No te levantes, ni siquiera intentes pequeños esfuerzos, durante siete días completos. Es crucial para que el antídoto termine su obra y tu cuerpo se fortalezca sin riesgos. Arya asintió, un nudo de frustración apretándole el pecho. Sus ojos, aunque aún un poco velados por la debilidad, delataban una inquietud latente. *Siete días.* Siete días de inmovilidad forzada. Para alguien cuya vida era movimiento, era casi una tortura. Su cuerpo, aunque agradecido por la quietud,