Luciana llegó a la casa de Chloe en el Upper West Side a las 7:15 PM. El portero la saludó con una mirada de lástima que le confirmó que sí, todo Manhattan había visto el artículo.
Lily ya estaba ahí, sentada en el sofá de terciopelo azul con una copa de vino en la mano y expresión de preocupación maternal.
—¡Llegó la estrella! —Su tono era demasiado alegre, demasiado forzado.
—No soy una estrella. Soy un desastre.
—Un desastre hermoso. —Chloe apareció desde su habitación con tres vestidos colgando del brazo como banderas de guerra—. Y esta noche vamos a recordarle a Manhattan por qué Luciana Sterling es intocable.
Las siguientes dos horas pasaron entre música que retumbaba en las paredes, maquillaje esparcido sobre todas las superficies y risas que Luciana no había tenido en días. El apartamento de Chloe olía a perfume caro y determinación femenina. Chloe tenía más vestidos de diseñador de los que Luciana podía contar, colgando en un closet que parecía más boutique que armario person