El teléfono seguía vibrando con insistencia implacable contra el piso de madera, el sonido raspando el silencio perfecto del la madrugada.
Luciana gruñó, enterrando su rostro más profundamente en el pecho cálido de Ethan, tratando de ignorar la intrusión del mundo exterior. Sus cuerpos aún estaban enredados bajo las sábanas revueltas, su piel todavía caliente donde se tocaban, el olor a sexo y felicidad flotando en el aire.
—Ignóralo. —Ethan murmuró contra su cabello, su voz ronca de sueño y satisfacción—. Sea quien sea puede esperar hasta mañana.
Pero el teléfono vibró de nuevo. Y otra vez. Y otra.
Con un suspiro de frustración, Luciana se desenredó de los brazos de Ethan y se inclinó sobre el borde de la cama, extendiendo la mano hacia el piso donde había caído. Sus dedos palparon en la oscuridad hasta encontrar el teléfono, la pantalla iluminándose cegadoramente.
Llamadas perdidas.
Mensajes sin leer.
Chloe. Lily. Números desconocidos. Y varios de contactos.
Señora Harrington. Tío Ma