~ Christian ~
El desayuno en la propiedad de los Bellucci en el valle de Uco siempre había sido una comida solitaria para mí. Durante mi infancia y adolescencia, era raro ver a mis padres en la mesa. Los empleados mantenían una distancia respetuosa, y me acostumbré a comer en silencio, repasando mentalmente mis compromisos del día.
Excepto cuando Giuseppe estaba presente.
—¡Esto no es desayuno! —exclamó mi abuelo, mirando con desaprobación mi café negro y la tostada que apenas había tocado—. ¡En mis tiempos, los hombres comían como hombres! Huevos, pan fresco, jamón... —Gesticuló hacia su propio plato abundante—. ¡Por eso su generación siempre está ansiosa. ¡No comen bien!
Sonreí, a pesar del cansancio. Había dormido mal, despertando varias veces durante la noche, mi cuerpo buscando instintivamente a Zoey a mi lado. La llamada incómoda de la mañana solo empeoró mi humor.
—Estoy bien, Nonno. Solo sin mucho apetito hoy.
Giuseppe me estudió con esos ojos perspicaces que parecían ver