—Vamos a necesitar ropa cómoda —dijo Christian, entrando a nuestro cuarto mientras yo terminaba de arreglarme para la cena. Sus ojos se iluminaron al notar el collar de amatistas en mi cuello—. Te gustó.
No era una pregunta, pero detecté un leve tono de inseguridad en su voz que parecía contradecir la imagen del manipulador confiado que Francesca había descrito.
—Es hermoso —respondí sinceramente, tocando el pequeño racimo de uvas—. Nunca tuve nada parecido.
—Te queda bien. —Se acercó, sus dedos rozando levemente la base de mi cuello donde descansaba el dije—. Las amatistas tienen casi el mismo color que las uvas del viñedo Zoey cuando están perfectamente maduras.
—¿Ese fue el criterio de elección? —pregunté, tratando de mantener el tono ligero, a pesar de las dudas que aún resonaban en mi mente—. ¿Combinación de colores?
Christian se rio.
—Entre otras cosas. —Tocó una de las pequeñas piedras—. También dicen que las amatistas protegen contra pensamientos negativos.
Francesca. Is