Dante estacionó el coche frente al edificio de Ariadna.
Nadie hablaba.
El motor siguió encendido unos segundos, como si ninguno de los dos estuviera listo para moverse. Ariadna tenía la férula en la nariz y el abrigo sobre los hombros. El analgésico todavía no había hecho efecto. Sentía la cara pesada, adolorida.
—Vuelvo en unos minutos. Puedes dar una vuelta si quieres y.,..
—No voy a ir a ningun lado. Subiré contigo.
—Dante
—Ariadna. No discutas. Es mas rápido si colaboras. —dijo el pasandose la mano por la cara. Parecía cansado y ella lo entendía. Estaba siendo un incordio para el desde la noche anterior. Desde que le llamó pidiendo sexo.
Solo con pensarlo en eso se le enrojecieron las mejillas.
Iba a ser un problema trabajar con el nuevamente, cuando ya habia visto bastante de ella en esa mañana.
Es que ni siquiera habia podido colocarse el vestido.
Le dolia demasiado la cabeza completa. Jamás le habían pegado, ni siquiera de niña.
—Vamos—dijo Dante.
Ariadna miró la puerta