El Nombre de la Angustia
La oscuridad en la que estaba confinado era tan espesa que casi se podía masticar, pero para Elías, un Alfa acostumbrado a ver en la penumbra más absoluta, era solo una capa más de su tormento. Estaba encadenado. No con metales terrestres, sino con grilletes forjados con una aleación oscura y fría que absorbía su energía mágica, anclándolo a una pared de piedra húmeda. El aire era pesado, con un sutil y peligroso olor a moho y a algo dulce y floral: Matalobos. El dolor era un compañero constante, cortesía de la plaga que consumía su cuerpo.
Elías levantó la cabeza, haciendo que las cadenas resonaran con un gemido metálico. Había una figura de pie en la sombra, imperturbable, observándolo.
La figura se movió, y Elías entrecerró sus ojos dorados, forzando su vista a través del dolor y la debilidad. En su mente, había imaginado al finado Kiam, o quizás al líder de un clan rival celoso. Pero cuando el captor salió de la penumbra, revelando su identidad, el golpe d