Desesperación
El tiempo en el complejo Luna Sombria, enclavado en las profundidades de los Cárpatos rumanos, se había detenido desde el desvanecimiento de Ariadna. Dos días habían transcurrido en una neblina de desesperación y vigilancia. Elías no había permitido que nadie más que Elena se acercara a su Luna, y su furia silenciosa había mantenido a raya a todo el personal. Pero el tiempo se agotaba, y el instinto del Alfa le dictaba que debía recurrir a la política y al poder, incluso cuando su corazón solo latía por la mujer que yacía inconsciente a unos pocos metros.
La Sala del Concilio no era un penthouse cosmopolita; era un testamento a la antigüedad y el poder crudo de la Manada. Tallada en la roca viva del corazón del complejo Luna Sombria, la cámara carecía de ventanas. Sus paredes estaban revestidas de piedra oscura pulida y vetas de cuarzo que captaban la poca luz, combinando la sensación de un refugio subterráneo con un lujo implacable. Grandes candelabros de hierro forjad