Buenos días oficial- Constanza fue la que abrió la puerta, sus muchachas estaban descansando y ella había despedido a todo el servicio que tanto la había ignorado todos esos años.
-Señora Ludovi...- el sonriso de Constanza desapareciò y lo interrumpiò amablemente.
-Llameme Madame Maidalkini, por favor- volviò a fingir la sonrisa, con la mandìbula contraìda y enderezàndose para parecer màs alta.
-Madame, he venido a hacer la inspecciòn mensual- el oficial debìa contar cuantas chicas vivìan allì y cuales eran su nombre. Un procedimiento normal, despuès de todo las casas de tolerancia no eran prohibidas.
Èl se presentò con su uniforme y su bigote recièn cortado, tono gentil pero serio y formal y aùn asì la situaciòn era graciosa y la vergüenza salìa por su cara en un tono rojo.
-Ayer en la noche estaba todo en orden cuando vino a visitarnos - sonriò Constanza, con aire de superioridad y con ese tono de sarcasmo que amaba utilizar.
-Madame...-fue dificil decir si era la vergue