CAPÍTULO 40: EL PRECIO DEL SILENCIO
Derek
Han pasado varios días desde que supe que Maddison desapareció otra vez, y esta vez no dejo pasar la información. No dejo que la rabia me nuble ni me dejo vencer por el orgullo. Algo en mí —algo visceral y primitivo— no me permite ignorarlo. Jared me lo dijo hace dos noches: “Evans está hospitalizada.” No tenía más datos, solo que Andrew la llevó de urgencia. Desde entonces, la ansiedad me consume por dentro como una maldit4 termita roedora. No puedo dormir, no puedo pensar con claridad. Imaginarla sola, enferma, vulnerable… embarazada.
Tomé decisiones estúpidas, sí. Muchas. Y puede que la haya lastimado más de lo que estaba dispuesto a admitir, pero no puedo con esto. No con la idea de que esté en peligro y yo acá, como un espectador cobarde. No es ella la que merece estar en un hospital, soy yo. Por todo lo que le hice, por cada noche que se quedó llorando, por cada vez que la empujé lejos solo para castigarla por amarme. Porque sí, maldit4