«Ahora todo gira en torno a Carmen. ¿Yo? ¿Tu esposa? Ya ni siquiera importo. Quizás debería irme...».
«No lo hagas». La voz de Bastian era firme. «Te amo. Solo necesitamos el bebé de Carmen. Eso es todo. No me preocupa ella, me preocupa el bebé».
Verella apartó la mirada. Le dolía, aunque entendía la lógica. No podía tener hijos, así que ahora tenía que compartir a su esposo. La idea de otra mujer en su cama la ponía enferma. Pero ¿qué otra opción tenía? Era la única manera.
—Lo entiendo, Bastian. Me siento fatal por no poder darte un hijo...
—Para. —La interrumpió. —No me casé contigo solo para tener hijos. No pienses así.
—Pero estoy celosa. Desde que apareció Carmen, apenas me miras.
Bastian sonrió y le acarició la cara. —Nadie va a ocupar tu lugar.
Verella le devolvió la sonrisa, pero por dentro ya estaba tramando algo. Carmen pagaría por esto.
—¿Y si se escapa? —preguntó Verella en voz baja.
Bastian apretó la mandíbula. —No lo hará. No se lo permitiré.
***
Al otro lado de la ciud